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EN 1929

El cuadro del Padre Juan Mariana pintado por Lorenzo Ginestal para el Instituto de Talavera

El cuadro del Padre Juan Mariana pintado por Lorenzo Ginestal para el Instituto de Talavera en 1929
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El cuadro del Padre Juan Mariana pintado por Lorenzo Ginestal para el Instituto de Talavera en 1929

Por Julio Fernández-Sanguino Fernández

lunes 26 de febrero de 2024, 08:00h

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Los datos del Ministerio de Cultura precisan que el origen del Instituto de Talavera de la Reina (Toledo) está en el Real Decreto de 7 de mayo de 1928, que permitió la creación de Institutos locales de Segunda Enseñanza, impulsados y mantenidos por los ayuntamientos, pero sujetos a las mismas normas de organización y funcionamiento que los demás institutos.

El Real Decreto de 21 de septiembre de 1929 creó el Instituto local de Segunda enseñanza de Talavera de la Reina. El Heraldo de Talavera informó detalladamente de la solemne inauguración del Instituto que tuvo lugar el 3 de noviembre de 1929. Posteriormente, el día 16 siguiente el semanario resaltaba que Lorenzo Ginestal había pintado un cuadro para el nuevo Instituto en el que se representaba al Padre Juan de Mariana.

En una información con el título de “Una obra de arte”, el redactor señalaba que Lorenzo Ginestal había realizado un acertadísimo lienzo que representaba a nuestro ilustre talaverano el Padre Juan de Mariana en una obra, perfecta y acabada, que tenía un hondo sentido psicológico que encarnaba de una manera precisa en el noble semblante del preclaro historiador.

Especificaba al respecto que había en su mirada una penetración inteligente y serena, admirablemente lograda por el artista; la frente, abultada y tersa, contrastaba con el rostro rugoso del hombre de ciencia, y el fondo oscuro decía el ambiente justo, todavía latente, en que se desenvolviera su laboriosa existencia.

Asimismo, describía los detalles del cuadro, con un colorido que estimaba como admirable, en los que se hacía referencia a la labor del historiador: sobre la mesa racial había unos libros en pergamino, un crucifijo hecho con prodigiosa soltura y un tintero de cerámica trazado con perfecta limpidez.

En su exposición, destacaba la mano izquierda de la noble figura y apreciaba que valía casi tanto como el lienzo en su totalidad, señalándose que era una mano caduca, sarmentosa y llena de nervio, pero que daba la idea completa del carácter firme y decidido del ilustre historiador.

La reseña concluía significando que el retrato era una verdadera obra de arte, en la que todo era en él seguro y conseguido, como sabía el autor imprimir a sus obras meritísimas.

Por último, se señalaba que Heraldo de Talavera felicitaba efusivamente al señor Ginestal y el redactor, que le consideraba como particular amigo, se congratulaba de poder llamarle paisano.

Texto: Julio Fernández-Sanguino Fernández

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