Con los primeros sorbos del café el viejo marino, siempre ojo avizor, indica:
— Mira, mira, está llegando otra patera.
Aunque se nos va el verano, el buen tiempo permite gozar todavía de un clima benigno, con lo que el “tráfico humano” sigue dando mucho dinero a las mafias, en un año pródigo en noticias de desembarcos de pateras. A todos nos viene a la mente Lampedusa o Canarias.
No se puede ser insensible al sufrimiento y a las razones que inducen a estos inmigrantes a meterse en una aventura incierta que puede acabar con su vida para enfrentarse a las incógnitas de su futuro.
Entre julio y agosto, según el ministerio del Interior italiano, han llegado cerca de 50.000 migrantes procedentes de países como Guinea, Costa de Marfil y Túnez y en lo que llevamos del 2023 se estiman en 120.00. En nuestro país, Canarias a estas alturas se han superado los 14.000.
Tenemos un problema grave de difícil solución en el que no valen las recetas fáciles, ni soluciones radicales, pero tampoco se soluciona con buenismo demagógico y argumentos espurios.
En este tema todo el mundo opina y tiene su receta, muchas veces con un alto grado de fariseísmo.
Recientemente el gobierno “progresista” de Alemania ha anunciado que se niega a aceptar migrantes procedentes de Italia “hasta nuevo aviso” y el tratamiento de la UE contrasta en su relativismo moral, con el que viene dando a Hungría que se niega a aceptar cuotas de refugiados.
Dentro del buenismo fácil y demagógico están las recientes declaraciones del papa Francisco en Marsella. Recetas espurias desde el púlpito, pero alejadas de la realidad.
Al decir que “el Mediterráneo ha pasado de ser cuna de la civilización a tumba de la dignidad” no deja de ser injusto, algo senil y una visión buenista del problema o añadir que «el Mediterráneo debe ser un laboratorio de paz», declaración que debería pedir a los países de la otra parte de la ribera del Mediterráneo que son el germen de muchos de estos problemas y los culpables del tráfico y refugiados.
Europa no debe sentirse culpable de lo que propician dictaduras, los golpes de estado, las guerras o las religiones panteístas islamistas que, en muchas ocasiones, las que propician ese éxodo y, en algunos casos, están detrás del negocio migratorio y de los refugiados.
Interviene la joven profesora:
—El tráfico migratorio tiene orígenes y causas muy diferentes. Además, éstos han existido en todas las épocas a lo largo de la historia. Aunque actualmente, en nuestro país, se deberían clarificar en toda su dimensión y tomar medidas para acabar con el tráfico ilegal. Nosotros hemos sido un país de emigrantes por lo que este fenómeno no se puede calificar como rechazable, pero tampoco se puede permitir este coladero indiscriminado.
Viendo la posición errática de la UE, nosotros, como frontera que somos por Andalucía, Murcia y Canarias, principalmente, tenemos la obligación y la necesidad de tomar medidas, legislar al respecto para salvaguardar nuestras fronteras y nuestro territorio nacional, defendiendo nuestros intereses, permitir sólo la migración legal y garantizar que los inmigrantes se integren, acaten las leyes y respeten nuestras costumbres, valores y creencias.
Continúa el marino:
—Si, España ha sido un país de migrantes y por ello se conoce la problemática porque no nos es ajeno, aunque la española, durante la dictadura, a países europeos como Francia, Alemania, Reino Unido… fue una migración ordenada, generalmente precedida de un contrato de trabajo de empresa o de campaña, como a la vendimia francesa y cuando se acababa se volvían a su tierra con el dinero ahorrado. Divisas que, —gota a gota— contribuyeron a levantar la economía de nuestro país.
Estos migrantes ayudaron al desarrollo del país al que emigraban, nada que ver con el actual tráfico humano, con muertes durante la travesía, enorme desarraigo social y, según los países de origen, inadaptación por creencias religiosas.
La joven profesora añade:
—Si, el tema es complejo y no se puede mirar hacia otro lado y no tomar medidas por temor a ser señalados como una sociedad racista y xenófoba.
Tampoco se debe cargar las culpas y demonizar a los migrantes, al fin, sólo son personas que se juegan la vida buscando oportunidades para ellos y los suyos.
Habrá que pensar a medio y largo plazo, abandonar el tacticismo político, porque estamos ante un problema global. Hay que excluir la demagogia y los extremismos de la ecuación. No vale ni descalificar a los que pregonan una solución drástica, ni quedarnos con el buenismo del “todo vale”.
Además, detrás de esto hay muchas derivadas, valga como ejemplos los guetos en diferentes ciudades europeas o Francia y sus conflictos provocados por segundas y terceras generaciones de emigrantes musulmanes en los que se esperaría la plena integración.
No vale la política de partido a la búsqueda de votos y con propaganda. Este es un tema de Estado en el que se deciden muchas cosas de futuro, al que hay que destinar ingentes fondos, en un país con una altísima deuda pública, un déficit presupuestario preocupante, con altos gastos sociales y unos índices de desempleo mayores dentro de la UE.
El marino concluye:
—Nos estamos poniendo trascendentes, pero en todo esto podríamos pedir asesoramiento a Macron y que nos cuente como lo ha resuelto.
Se miran, no saben si reír o llorar, porque el tema lo merece.