Que esta región nuestra conocida como Castilla-La Mancha está llamada a ser puntera en muchas facetas y cambiar su cara hasta que no la reconozca ni la madre que la parió es una verdad palmaria.
Hace pocos días tenía la ocasión de compartir mesa con numerosos expertos del sector de la tecnología y puedo confesarles que, realmente, no sabemos lo que tenemos en casa. Porque se trataba, en su mayoría, de profesionales de lo digital nacidos, criados o que pacen en nuestra tierra.
Compartí conversación con quienes han sabido subirse al carro de la tecnología con la mejor visión y que, además, están siendo capaces de atraer el interés de las más brillantes multinacionales de la cosa.
Talavera de la Reina es ya la capital tecnológica de Castilla-La Mancha y, visto lo visto, va a crecer exponencialmente en los próximos años. Pero no sólo porque META se haya fijado en la Ciudad de la Cerámica como base de su próximo centro de datos, que ya es bueno, sino porque la velocidad a la que crece Talavera, en lo que a tecnología se refiere, es impresionante.
Sólo hay un problema, que esto se pare. Primero porque hay elecciones en breve y un freno a lo ya recorrido sería fatal para esos jóvenes y expertos que se codearon en el foro que disfruté el pasado viernes. Y, segundo, porque –inexplicablemente– existen aún negacionistas de cualquier avance, carroñeros escondidos en las sombras del anonimato que usan su tiempo para escupir malos pensamientos. La fortuna es que son cuatro amargados que, pobres, desconocen hasta el origen de su ralea.
Por eso, en esta ocasión y más que nunca, déjenme gritar aquella frase del Quijote: “Deja que los perros ladren, Sancho, es señal de que avanzamos”.