Esta carta abierta comienza con un abrazo, un afectuoso abrazo a mi amigo Antonio Monje, máximo responsable de las emisoras del grupo PRISA en Talavera de la Reina.
Y es que un tropiezo tonto en la redacción de la Cadena SER ha propiciado que el veterano periodista tenga que reposar su maltrecha rodilla, entre otras lesiones producidas por un desafortunado accidente laboral que ha sufrido, por unos días. Espero su pronta recuperación aunque –conociendo su forma de ser– me consta que está por las nubes… vamos que –como coloquialmente se dice– “se le cae la casa encima por ser hombre de culo inquieto”.
Pero quiero hablarles de Antonio, aprovechando este percance, por varios motivos. El primero por ser –bajo mi punto de vista– una persona sencilla, honesta, responsable y enorme trabajador. Pero, desde hace unas cuantas fechas –y hablo en plural porque no soy el primero que lo nota– a los más cercanos no nos parece ese “Monje” otrora risueño, alegre, divertido, cercano y cariñoso con esas ganas de comerse el mundo que siempre le han caracterizado.
Con cierta preocupación veo que esa sonrisa se encuentra apagada, sus brillantes ojos azules andan oscurecidos y –sin querer entrar en grandes detalles y con el seguro cabreo que le van a provocar estas líneas– se adivina cierta “tristeza” en un tío íntegro como Antonio Monje. Mucha gente me ha dicho que “no es, hoy en día, ni su sombra” y eso me ha preocupado.
He hablado recientemente con él y no he conseguido sonsacarle motivos relevantes pero algo le pasa. Por eso quiero romper una lanza pública en su favor, no sólo como compañero de profesión, y –seguro– a pesar del enfado que le va a provocar la publicación de esta carta abierta. ¿Qué te pasa, Antonio Monje? Hace poco presentábamos un acto al alimón y ese carácter arrasador sigue siendo tu bandera pero parece que tienes “el volumen muteado”.
Sé que tu trabajo, la radio, ha sido y es tu gran pasión, junto a tu familia pero te veo triste. Aquellos tiempos de la famosa ‘Senda de los Elefantes’ en que nos conocimos me otorgan la confianza suficiente para que aceptes, querido Antonio, las palabras de un amigo con la sencillez de la pluma que recorre el papel.
Tu personalidad, siempre diligente ante la llamada de ayuda de cualquier compañero, me consta que se refleja en tu trabajo delante del micro, ya veterano y que ha sido reconocido por cientos de personas vinculadas a diferentes sectores, desde ministros a presidentes autonómicos o de alcaldes a quien quiera le contrate para conducir cualquier evento siempre con la garantía segura del saber hacer.
De corazón quiero trasladarte un abrazo enorme en estos momentos en que la salud y el posible desánimo, o viceversa, no acompañan. Esa “gran faceta” del Monje alegre tiene que volver a resurgir. Tu sonrisa debe volver a dibujar tu rostro. Porque sé que mucha gente te necesita como siempre te ha conocido, como ese “buen asesor” a quien te pide ayuda, porque conocen de tu excelente valía y conocimiento en mil cuestiones.
Antonio, eres una referencia personal y profesional, no lo olvides. Apóyate en tu familia, en tus amigos, en tus compañeros, ahora es más necesario que nunca. Verte con esa efusividad y ese saludo tan abierto y afectivo “made in Monje” tiene que volver a ser cotidiano, la vela no se puede apagar con un simple soplido.
Antonio Monje Oliva es algo mayor que yo, atesora casi 56 años y 32 en la profesión, y estoy seguro que seguirá activo y por mucho tiempo. Temiendo estoy tu llamada en cuanto veas estas líneas para “leerme la cartilla” pero no he podido resistir mis percepciones al ámbito íntimo; los que comunicamos somos personas públicas y aunque el ‘perro no come carne de perro’ en nuestra profesión no sea lo habitual, el cuerpo me pedía destacar a la persona –mitad talaverano mitad campillano– en definitiva a un castellano-manchego de pura cepa.
Un abrazo enorme, querido amigo.