“Cada mañana cogen el coche y hacen más de 70 kilómetros, vuelven a casa en los primeros trenes comentando con sus compañeros cómo ha ido la noche de guardia, o descabezando el sueño durante los 35 minutos que dura el trayecto entre Toledo y Madrid. Otros, deciden cambiar su lugar de residencia, dejar la capital para colocarse cada mañana la bata blanca en el Hospital Universitario de Toledo”.
Así comienza el artículo de Isabel Salvador publicado por Cadena Ser, en el que plasma todos los problemas que tienen los sanitarios a la hora de elegir dónde trabajar, cambiando los grandes hospitales de referencia. Todo esto tiene una respuesta: “me han ofrecido estabilidad”.
Laura, César, María y Aitor son médicos adjuntos y residentes de cuarto año en el Hospital Universitario de Toledo. Según Isabel Salvador, una de las palabras que más repiten es “estabilidad” y el problema de Madrid o Barcelona no es que falten médicos sino “las condiciones que ofrecen”.
Concretamente, en Madrid les ofrecían renovar el contrato mes a mes, e incluso semana a semana, frente a tener asegurados en su caso al menos dos años por delante.
“Realmente lo que decanta la balanza son los contratos”
Según las palabras de María, plasmadas en el artículo, “yo podría trabajar en Madrid, soy de allí, mi familia es de allí, pero el contrato decidió por mí”.
“Antes había comunidades a las que nadie quería ir, Extremadura, Castilla-La Mancha o Castilla y León. Pero ya no”, explican.
“Madrid y Barcelona, son ciudades que volverían a ser imanes para nosotros, pero las condiciones son tan catastróficas que la gente no quiere ir". Porque repiten “médicos hay, pero cada vez son menos los que quieren seguir trabajando con esas condiciones tan injustas”.
“La formación y la responsabilidad hay que compensarla y que no suene elitista, nos hemos formado lo suficiente como para no tener que firmar un contrato diario y que te racaneen condiciones. No te falta el trabajo, muy pocos médicos están en paro, pero la precariedad no interesa porque es un sistema que perpetúa el trabajo precario”.
Los cuatro coinciden en que “esa supuesta vocación que tenemos que tener para salvar vidas no se come”. “Algo tan básico como acumular las vacaciones como todo el mundo y poder hacer un viaje, no por días sueltos a vencimiento de contrato”, añade Luis.
De eso, aseguran, se está aprovechando la sanidad privada y otros países que se llevan el talento “y las ganas que tenemos”. Aitor ha reconocido que le “gustaría mucho seguir trabajando en la pública,tengo esa vocación, me encantaría tratar a todo el mundo por igual, pero si puedo pasar tres años fuera, hacer esa mili y volver con la hipoteca pagada, tendré los siguientes treinta años para la vocación”.