El fútbol es hermoso, aunque de cuando en vez alguien lo embarre. Hoy en el campo del Racing de Santander —El Sardinero a las 18:30 horas— se disputa un importante partido de Segunda División A entre el once local y sus vecinos vitorianos del Alavés. El partido ha sido declarado oficialmente de alto riesgo, por lo que las taquillas van a permanecer cerradas y solo se podrán comprar entradas a través de la página oficial del Racing en internet. Los controles policiales fuera del estadio se van a reforzar, si ello es posible, tanto para los aficionados racinguistas como para los 600 seguidores del Alavés que han comprado sus entradas, nominativas, para acompañar a su equipo en El Sardinero. La Gradona de los Malditos, el grupo de seguidores racinguistas habitualmente más ruidosos, parece que seguirán en la línea del último partido, en huelga de animación.
Pero esto que es casi habitual tiene una bonita historia con protagonismo en los banquillos. Ayer mismo el entrenador visitante la relataba en la rueda de prensa previa al choque y por lo bonita de la misma se ha subido a la red Tik-Tok. Se la contamos.
Era el año 1995 y nuestra querida Talavera de la Reina está en el meollo de la misma. Al extinto Talavera CF había llegado, procedente del Yeclano, un futbolista de 23 años llamado Luis García Plaza, que tras se había iniciado como canterano del Atlético de Madrid, club en el que pese a estar en la primera plantilla del equipo el año que los colchoneros tuvieron hasta seis entrenadores (Jair Pereira, Cacho Heredia, Emilio Cruz, José Luis Romero, Santos Ovejero y D’Alexandro), había sido convocado dos veces pero sin llegar a debutar. Era defensa y con los blanquiazules disputó ese año —el inquilino del banquillo era Felines— 8 partidos, 5 como titular, y recibió 2 cartulinas amarillas. Como compañeros de plantilla tuvo a los porteros Ignacio Galindo y Yuste II, Bernal, José Ángel, Simón, Cobos, Zornoza, Javi, Ricardo, Ramírez, Luengo, Adolfo, Naixes, Peña, Chacón, Ortega, Fernando, Criubaldo, Jorge Solana, Álvaro García, Juli Reina y Besale, el hijo de Pepin.
Y ese año Luis había decidido retomar sus estudios en Madrid, que los había abandonado hacía tres años. Quería, como mínimo, realizar el COU, por lo que se inscribió en el Instituto Blas de Otero de Aluche, ya que residía en el barrio y venía a entrenar a la Ciudad de la Cerámica los días establecidos. En el mencionado instituto coincidió con un chaval varios años más joven llamado Guillermo Fernández Romo que tenía orígenes talaveranos y los domingos acudía a El Prado a presenciar los partidos del Talavera que jugaba en Segunda B, por lo que conocía a Luis. Algo que recoge hoy el diario AS de este modo: “Pero eso, en el curso 95/96, no importaba demasiado a dos alumnos de COU a los que unió su amor por ese deporte. Un chaval de 17 años, madrileño de origen talaverano, que soñaba (sin haber sido futbolista) con ser entrenador, y uno más talludito, con 23 años, que sí jugaba, que había sido canterano del Atlético de Madrid, pero que ya empezaba a darse cuenta de que no iba a llegar a jugar en los grandes estadios y retomaba los estudios para preparar su futuro (mientras jugaba en el Talavera, precisamente)”.
Años más tarde cada siguió su camino. Luis marcharía al Benidorm —Se retiró como futbolista en el año 2000 cuando tenía 27 años de edad tras una grave lesión de menisco y tras haber tenido anteriormente otra grave lesión de hombro que le mantuvo meses en el dique seco— y Guillermo, suponemos, seguiría con sus estudios para finalmente licenciarse en Geografía.
Hoy se verán las caras en el Sardinero, pero con intereses diferenciados. Talavera de la Reina les unió hace 27 años y así los cuenta un Luis García Plaza que tiene su mayor éxito como entrenador en el año 2020 cuando ascendió al Real Mallorca a Primera división. Y aquí lo cuenta: