Vado permanente
miércoles 23 de abril de 2014, 10:51h
Como al parecer está comprobado, la semana pasada el 15% de las mujeres americanas se mandaron flores a sí mismas con el pretexto del día de los enamorados.
En mi caso, que ni soy americano ni soy mujer, la flor que me facturé por San Valentín fue pasar una tarde con Julio Enrique, el cuarto de seis hermanos, todos varones, dos de ellos tan famosos como él pero ninguno se llama Carlos. Julio Enrique es un señor que se pone un mostacho postizo muy incómodo hasta que decidió quitárselo y pintarse uno con betún.
Además de pasear, asistimos al Debate sobre el Estado de la Nación. “En algunos casos, es mejor estar callados y parecer tontos que hablar y despejar las dudas definitivamente”, me dijo, y pude comprobar que “la política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados”.
Expliqué a Julio Enrique que si yo me llamara Rubalcaba nunca votaría a un partido político que me aceptara como militante, y él, con esa cara de lechuguino miope y bigote de betún que el cine le ha dado, murmuró: “Nunca pertenecería a un Club que admitiera como socio a alguien como yo”. Luego, cuando algunos corruptos acusaban a Rajoy de corrupción, Julio Enrique me dijo: “Solo hay una forma de saber si un hombre es honesto: preguntárselo. Y si responde "sí", ya sabes que es un corrupto”. Y le dije: “Eso en los monólogos, porque en los debates triunfa el todavía no sé qué me vas a preguntar, pero me opongo”.
Ahí acabó mi paseo con Julio Enrique Marx, alias Groucho.