La escopeta nacional

Pero es que, la escopeta nacional en la que nuestra clase política está totalmente instalada, alcanza tales cotas que consigue hasta minimizar las extravagancias de aquella magnífica cinta de Berlanga.

Cierto es que todo el mundo es inocente hasta que se demuestre lo contrario, pero el río suena demasiado como para no sospechar que baja muy cargado de agua. La opacidad de nuestras administraciones nos hace perdernos en un mar de datos, papeles y supuestas cuentas, sobres y gratificaciones. Por ello, las informaciones que han saltado a la palestra en las últimas semanas sobre la supuesta trama de corrupción de moda en la que los nuevos rumores brotan a diario, hacen doblar unas campanas cuyo sonido escucha insistentemente el pueblo sin saber precisar exactamente de dónde proviene.

Si algo ha evidenciado nuestra joven democracia es que las irregularidades han salpicado, a diferentes escalas, a todos los colores políticos. Nadie se atreve a tirar la primera piedra porque todos los tejados están llenos de ellas pero, la fuerza y el poder de la actualidad, ha situado la roca más pesada en el tejado del PP. El delicado momento que vive el partido, quizá el más duro de su historia, le ha colocado en el centro de una diana en la que se clavan todo tipo de acusaciones y sospechas. A falta de una resolución que esclarezca este enrevesado caso, Rajoy dio la cara en una esperada comparecencia en la que, al menos a mí, me invitó a creer en la honestidad de su figura como presidente. Otra cosa es que, si finalmente llega a demostrarse la existencia de las supuestas gratificaciones, la única vía sería presentar de inmediato su dimisión, y eso sería tan grave como perjudicial para un país al que como aquel perro flaco, todo se le vuelven pulgas.