Frecuentemente escuchamos y leemos varias noticias en las que se ha dado caso de fraude a través de aplicaciones de citas. La Voz del Tajo ha tenido la oportunidad de hablar con Alejandro Ruiz, expresidente del Grupo Ciudadanos en las Cortes de Castilla-La Mancha y abogado, para que nos cuente un poco sobre los casos que le han llegado.
Ruiz separa estas estafas en tres categorías, desde la más sencilla a la más complicada. La primera de todas trataría de un chantaje sexual a través del sexting.
Conoces a esta persona a través de esas redes sociales, por las cuales no puedes mandar fotos de manera privada, pero lo que se hace es contactar con las víctimas de manera privada en otro tipo de aplicación como puede ser Telegram, a través de la cual no tienes que aportar ningún número de teléfono, simplemente un Nickname.
Al empezar las conversaciones en otras aplicaciones, estas empiezan a tener un tono más elevado y la víctima termina mandando fotos íntimas al estafador, quien aprovecha para extorsionar y pedir dinero a cambio de que esas fotos no sean mostradas a su pareja, trabajo… o subida a ninguna red social.
Alejandro Ruiz cuenta que en la segunda categoría se da más una situación de pareja, algo más afectivo, en la que cambiamos el chantaje sexual por argumentos dolorosos y duros. ‘Me van a echar de casa’, ‘no he pagado el alquiler’, ‘mi hijo no tiene comida’... Son algunos de los argumentos que se dan en este tipo de casos.
Después el estafador o estafadora puede apretar más o menos dependiendo de la víctima y cómo se comporte, si vemos que reacciona bien apretamos más y si vemos que empieza a echarse para atrás seguimos dando argumentos dolorosos y luego volvemos a pedir. “Esto es siempre una actividad un poco de tira y afloja con la víctima”, afirma Ruiz.
En estas dos primeras categorías los estafadores trabajan con un gran volumen de personas y con pequeñas cantidades de dinero, aunque la extorsión sexual se puede mover en cantidades en torno a los 3.000 o 6.000 euros, que ya son cantidades importantes.
En los temas afectivos y emocionales no hay un conocimiento real de la persona, muchas de ellas no se conocen físicamente, por lo tanto se mueven en cantidades de bizum y de inmediatez, donde podemos estar hablando de cientos de euros.
Por último, la tercera categoría es la más complicada y la que más recursos utiliza a la hora de hacer la estafa y la más elaborada. Alejandro Ruiz nos cuenta que ya no se trata de estafas con un gran volumen de personas y poca cantidad de dinero, sino al revés, las víctimas se reducen a un número de entre 6 o 10 personas pero la cantidad de dinero que se pide ya es mucho mayor.
En este fraude sí conocemos a la persona físicamente y tenemos una relación sentimental con ella, aquí el estafador va más despacio porque requiere ganarse la confianza de la víctima. Ya no se trata de una simple relación sexual, si no de un vínculo de noviazgo y de confianza.
El estafador lleva varias relaciones a la vez simulando ser pareja de la víctima en todos los sentidos: ir al cine, salir a cenar, etc. Una clave que nos da Alejandro Ruiz en este tipo de situaciones es que el estafador puede llegar incluso a conocer a tus amigos, pero tú nunca vas a conocer a su entorno más cercano, en caso de conocer a alguna persona cercana va a ser alguien implicado en la estafa.
El fraude se da a los dos o tres meses de noviazgo, cuando ocurre algo que no se podía prever y hace falta una reclamación o petición económica: padres o madres que se mueren, problemas de salud urgentes, etc.
La víctima cede porque finalmente a quien estás prestando el dinero es a tu pareja, alguien con quien hay un proyecto de vida en común y quien te está pidiendo ayuda en un momento puntual.
Muchas veces incluso puede ser no personalmente él o ella la que te pida el dinero, sino alguien de su entorno que te llama diciendo que ha tenido un accidente y hace falta dinero o cualquier otra cosa, pero siempre algo sorpresivo y que no se podía prever.
Una vez que se realiza el primer pago, a los pocos días el estafador justifica el reintegro del pago a través de pantallazos, fotocopias o correos electrónicos del banco. Un dinero que nunca llega pero del cual hay documentación de que supuestamente se ha mandado.
En ese periodo de tiempo vuelve a ocurrir algo sorpresivo donde se vuelve a pedir otra cantidad de dinero, el estafador intenta buscar el equilibrio entre él y la víctima, “ver hasta qué punto puedes estirar el chicle sin romperlo”.
Llega un momento en el que ese equilibrio se rompe porque la víctima ve que han pasado uno o dos meses y realmente no se le reintegra ningún dinero, e incluso hablan con el trabajo o con el banco y se dan cuenta de que falla algo.
El problema que se da en este tipo de situaciones es que cuando la víctima se da cuenta del fraude también toma conciencia de que realmente no conocía a la persona con la que estaba saliendo, ni su nombre, ni su casa, ni nada respecto a sus datos personales reales.
“Recuerdo un caso donde el domicilio que dio el estafador era un olivar. A un lado había casas y al otro estaba el olivar, por lo tanto era una vivienda que ni siquiera existía”, relata Alejandro Ruiz.
CÓMO ACTUAR EN ESTOS CASOS
Respecto al primer caso de todos, Ruiz recomienda no mandar nada por internet. “Yo soy muy claro en que todo documento, fotografía, frase… que sale de tu entorno, dejas absolutamente de tener control sobre ella”, señala.
Cuando mandas una fotografía incluso “puede ser tu pareja y no ser ningún estafador, alguien con quien tengas una relación real hoy y que mañana ya no y le da por colgarlo en una página o por mandárselo a sus amigos o amigas”.
“Siempre mucho cuidado con toda la información que sale de tu entorno, eso es fundamental y en segundo lugar por supuesto no dar información privada ni mandar ningún tipo de foto ni ingresar ningún tipo de cantidad económica a una persona sin el conocimiento claro de quién es esa persona”, añade, asegurando que son recomendaciones que parecen muy evidentes pero que hay que darlas ya que a pesar de ello ocurren y se dan día a día.
Respecto al último de los casos, Alejandro Ruiz recomienda que se siga la bola hasta identificar físicamente al autor, dónde vive y su entorno para que a la hora de denunciar aunque no sepas su nombre real sepas algún dato sobre él.
“En la vida real no hay peor mentira que la que lleva una parte de verdad”, declara Ruiz, asegurando que”si esa persona es por ejemplo celador en un hospital, lo que dice es que es un neurocirujano de fama internacional, tiene conocimientos sanitarios y utiliza palabras técnicas y por eso tú te lo crees pero a ti te vende otra cosa”. Esto nos viene bien ya que sabemos que trabaja en el hospital, entonces si se le hace un pequeño seguimiento y labor de seguimiento se puede dar con él.
En los casos de personas físicamente conocidas donde tienes su móvil, los números de móvil llevan aparejados un DNI a través del cual se puede hacer un seguimiento, aunque suelen ser tarjetas que se compran en un mercado negro donde es difícil averiguar al autor pero “es más fácil en el sentido de que por lo menos ya tienes un teléfono, al contratio que en los delitos del principio donde lo único que se tiene es un Nickname en Telegram y para encontrar ya al autor ahí es prácticamente imposible porque ni si quiera conoces físicamente a esa persona”, concluye.
Alejandro Ruiz también ha comentado a La Voz del Tajo que precisamente el próximo 17 de mayo habrá unas jornadas de delitos telemáticos organizadas por la Guardia Civil de Guadalajara en la que se hablará de estos temas, ya que uno de los mayores hándicap que se tiene en estos casos es que resulta casi imposible identificar al autor.