Decrecimiento es una palabra que vamos a escuchar cada vez con más frecuencia en nuestro día a día.
Según el diccionario, decrecimiento significa “disminución de la cantidad, tamaño, intensidad o importancia de algo”, pero lo que se quiere decir cuando la usamos actualmente es que hay que dejar de producir y vivir a los niveles que lo estamos haciendo porque consumimos los recursos del planeta en el que vivimos hasta el punto de hacerlo incompatible con la propia existencia humana.
Las advertencias que el propio planeta nos lanza son cada vez más palpables y la comunidad científica lleva dando la señal de alarma desde hace décadas sin que hagamos caso ni a uno ni a la otra.
Que hay que hacer algo es evidente, y que hay que hacerlo ya también, porque cada día que pasamos a este ritmo insostenible de consumismo destructor nos ponemos una losa mayor sobre nuestras cabezas.
Lo que pasa es que me temo que este decrecimiento lo acabaremos soportando los de siempre. Los pringados de la clase trabajadora que sí, que también tenemos nuestra cuota de responsabilidad, pero que no somos, ni de lejos, los que más impacto ejerceríamos en beneficio del conjunto de la sociedad si empezáramos a adoptar medidas decrecentistas desde ya.
Llevamos demasiadas crisis vividas como para no haber aprendido que quienes salen mejor de ellas son los que más tienen. Que las brechas, tanto salariales como de esperanza de vida (por nombrar dos de ellas), se amplían a su favor siempre. Y que, en cuestión de impacto sobre el sistema, cuanto más grande eres, bien seas una empresa, un estado, o un multimillonario, mayor es tu huella sobre él y, por lo tanto, mayor sería el beneficio en el planeta si los que decrecen son los que más han crecido.
Es muy fácil lanzar consignas para convencer a la mayoría de la gente de su responsabilidad colectiva y de los beneficios de medidas a nuestra escala, pero es que en nuestro nivel hay personas que ya no pueden decrecer más.
No es justo, ni deberíamos permitirlo, que se ponga primero, otra vez más, el sufrimiento de los más débiles, que no han llegado siquiera a crecer, cuando las soluciones están ahí y serían más efectivas si el decrecimiento fuese proporcional y progresivo. Cuanto más tengas y más contribuyas al problema, mayor tiene que ser tu decrecimiento general.
Estamos ante un momento crucial en la historia de la humanidad que ya ha dejado de ser un problema para el planeta que dejaremos a nuestra descendencia futura y se ha convertido, gracias al capitalismo devorador, en nuestro gran problema generacional.
No nos resignemos a que nos engañen una vez más y exijamos que empiecen arrimando el hombro los que más impacto tienen en el problema.