Se pasa otro año bajo la dictadura de la pandemia y tan solo quiero despedirme de ustedes con el deseo del que se nos acerca sea simplemente un poco diferente. No es mucho pedir, creo para quien tiene asumido que somos muchos los que hemos perdido más que ganado en este 2021. ¡Y eso que mi Atleti ganó la liga! Consuelos de mi ego aparte, lo dicho: que ustedes sean felices y que si continúan dispuestos a seguir leyendo a este CIEGO viejo les estaré agradecido. ¡Feliz 2022 a todos los que siguen confiando en La VOZ del Tajo!
Aquí les dejo mi último poema -una reflexión personal sobre mí- que lo he titulado:
¡Llorera!
Tengo ganas de llorar,
los motivos qué más dan,
y quiero contarlos; verán.
Ayer mañana al despertar,
al mirarme en el espejo
y ver mi alma, su reflejo,
no me pude contener
de dolor. ¿Ese pecador
era yo? ¡Pobre señor!
El rostro desencajado
y la frente con arrugas
como las viejas tortugas.
Dí un puñetazo al cristal
del espejo; se hizo añicos:
¿ése era yo; el actual?
Absurda pregunta; sin duda.
Era el paso de los años
con sus penas, sus engaños,
los malos tragos pasados;
las veleidades de alguno
que recopilo y reúno
de mis tiempos de zagal.
Vuelvo otra vez a llorar:
¿me quiere usted consolar?
Nadie se presta, ninguno.
Lo entiendo, pero me duele
que ya nadie me consuele
por haber llegado a viejo.
Mas os daré un consejo
gratis, sin nada a cambio:
por los datos que manejo
mi pasado no descambio;
tiene el valor de lo añejo
que sólo regala el tiempo.
Hay que tener respeto;
de este modo lo interpreto.
Dejé ya aquel lagrimeo
y hasta cosida mi herida.
Lo que me reste de vida
habré de vivirla alegre
para cumplir un deseo:
mi legado no denegre.
La vida pasa tan deprisa
que si te llega la muerte
tarde... ¡tuviste gran suerte!
Un fuerte abrazo y que se cumplan todos sus deseos en este 2022 que se nos aproxima.