En pocos días tendrán lugar las primeras celebraciones navideñas, y la elevada inflación continúa afectando a medio mundo. En noviembre, los precios del consumo más habitual fueron un 5,5% más caros, debido a los altos costes de los bienes energéticos y de los carburantes.
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El precio de la luz actualmente es el segundo nivel más alto desde que hay registros, con un crecimeinto del 46,7%. Llenar el depositito también tiene un coste superior, un 31,1% más que en noviembre. Todo ello ha presionado al alza el Índice de precios del consumo (IPC) que se incrementó un 5,5% el mes pasado en relación al año anterior.
La subida que se ha confirmado este miércoles es una décima inferior a la que el Instituto Nacional de Estadística (INE) avanzó a finales de octubre, lo que no impide que la inflación registrada sea la más elevada de los últimos 29 años. No se registraba un encarecimiento del consumo comparable desde noviembre de 1992.
La electricidad y los carburantes no han sido los únicos bienes que se han encarecido por encima de la media. Es el caso de los hidrocarburos licuados (categoría que incluye el butano y el propano), cuyo precio es ahora un 33,6% superior al de hace un año, el aceite de oliva (25,5%), la estancia en hoteles, hostales y otros servicios de alojamiento (25,5%), el gas natural (11,3%), los refrescos (10,5%), la margarina (10,3%) o las bicicletas (7,7%).
LA INFLACIÓN EN NOVIEMBRE
Los motivos de estas alzas de los previos no son siembre los mismos. Por ejemplo, el encarecimiento de los refrescos se debe a la subida del IVA de los mismos y la de los hoteles al desplome de los precios registrado el año pasado.
Por otro lado, la escasez de ciertas materias primas como los semiconductores con los que se fabrican los microchips, también está presionando al alza los precios en un contexto pandémico en el que los consumidores están desplazando parte de su gasto tradicional en servicios a bienes materiales (como es el caso de productos tecnológicos).
A ello se suma que la Covid sigue provocando interrupciones en la producción de las fábricas de todo el mundo, especialmente en China que mantiene una política especialmente estricta de control de los contagios. Además, los costes del transporte también están disparados. El precio de los fletes marítimos sigue en niveles muy elevados, el encarecimiento de los combustibles y la falta de conductores afecta al transporte terrestre y la disminución en el número de vuelos internacionales ha incrementado los costes del transporte aéreo.
Junto a estos factores se encuentra el denominado efecto base. Dado que el año pasado los precios se desplomaron tras la sacudida de la pandemia y las restricciones que trajo consigo, el alza que se está registrando este año se amplifica al tomarse como referencia un periodo de precios anómalamente bajos.