Por Moisés de las Heras
miércoles 23 de abril de 2014, 10:51h
Uno de los grandes adelantos de nuestros tiempos es el autobús. El autobús público y urbano permite al ciudadano desplazarse a un coste mínimo. El autobús urbano y público es un logro de una sociedad que mira por el que menos tiene.
Permite que el ciudadano que no puede pagarse coche o gasolina, pueda ir de un sitio a otro sin arruinarse. Democratiza, iguala al que va en coche y al que no llega a fin de mes. Si no existiera el autobús sólo podrían viajar los ricos. Y si un pobre tiene que ir a muchos sitios en una mañana, coge el autobús. El autobús, por tanto, es un logro social. ¿A que parezco un abuelillo escribiendo? Y dirán ustedes qué pinto yo diciendo estas tonterías sobre un autobús. Sigo.
¿Qué pasaría si el autobús urbano fuera totalmente gratuito? Piénsenlo. Si no hubiera bonobuses, ni carneses, ni billetes, ¿eso no les desconcertaría? Estaríamos en contra, no por aberrante, sino por falta de costumbre. Hoy creemos que pagando el billete, se impide que el
autobús se convierta en la casa de tócame roque, en un tren indio o en territorio comanche de botellón afterhours colapsado de adolescentes, (por ejemplo). De hecho, ¿alguien se ha parado a pensar si debe o no debe pagarse el billete? ¡Nadie! Todos damos por hecho que se
paga, ¡es algo tan elemental...! ¿Alguien se plantea que es aberrante que la gente tenga que pagar por un servicio que ya de por sí es público? ¿Me van entendiendo?
Pues apliquen lo del autobús al pago por receta o a la tarifa judicial. Que no se llenen los botiquines porque las recetas son gratis o que no se llenen los juzgados con reclamaciones sin fundamento, es una de las ventajas del copago. Se podrá discutir la insolvencia de enfermos o
encartados, pero ahí están los 8 euros de máximo y la asistencia jurídica gratuita que incluye exención de costas para casos en que realmente la gente no tenga dinero para medicarse o apelar. El resto, si realmente quiere coger el autobús, que pique billete.
No es el momento de pagar, con la crisis, pero realmente es una cuestión de costumbres.