Una vez que asumimos los razonamientos expuestos en las páginas anteriores, Yony nos presenta de forma directa y sin tapujos al … Individuo.
“Un individuo no es más que un montón de partículas sub-atómicas que actúan como átomos, estos se han agrupado y actúan como moléculas, las cuales han construido células especializadas, las que, a su vez, se han agrupado construyendo en este caso un cuerpo humano”. Ya tenemos a ese individuo.
Este ya tendrá un sexo u otro, unas características físicas –más alto, bajo, guapo, feo, rubio, moreno, albino, fuerte débil- le habrán inculcado una lengua, unas creencias, costumbres, dispondrá de la educación que le han proporcionado, y gozará de la formación que le han impartido. Estas características regirán toda su vida. Solo que él puede que sea inconsciente de la mayoría de ellas y creerá que es libre de pensar, y en base a esos razonamientos actuar como lo hace.
A partir de ahí comenzará a mirar al exterior, y al relacionarse con el mismo experimentará una serie de emociones –que le vienen dadas- y sentirá frio o calor, hambre o saciedad, temor o seguridad, ansiedad o paz… Y un sin fin de excitaciones y deseos. Su siguiente paso inmediato nosotros ya sabemos que será el tratar de satisfacerlos. Y además también conocemos cómo.
Desde el estudio científico conocemos lo que querrá -lo que queremos todos- sentirnos seguros, comer y beber, querer y que nos quieran, al alcanzar la madurez disponer de una pareja y cuando vengan, cuidar a nuestros hijos. También queremos sobresalir y que nos admiren y respeten, y disponer de la máxima pasta para cubrir bien todo lo anterior.
Cuando aceptamos que esto siempre, siempre, es así, comenzamos a entender perfectamente la lógica del mundo en el que estamos inmersos. Todos los individuos queremos todo eso. Simplemente, queremos… Y en la búsqueda de esa querencia implicaremos todas nuestras energías. Queremos a nuestros padres, pero en realidad queremos que nos protejan y nos faciliten cubrir nuestras necesidades. Alegamos creer y defender a nuestro Dios, pero lo que queremos es que nos proteja y nos dé un puestecito en el cielo. Decimos que defendemos a nuestra empresa, pero lo que buscamos es que nos paguen nuestro salario.. Queremos a nuestra pareja, pero aspiramos a que nos cumpla nuestros deseos. Decimos defender a nuestro partido político y sus ideas, pero en realidad ansiamos fama y dinero, y –menos reconocible- mandar sobre los demás y sentirnos poderosos y que todos lo vean.
Ahora comprendemos a muchos autores, ¡que bien entendemos ahora! El Elogio de la locura, de Erasmo de Rotterdam, o toda La obra de Federico Nietzsche, cuando nos decían que lo que quería el Obispo no era defender a Dios o al Cristianismo, sino que lo que quería era ser famoso. Y los líderes del partido no quieren el comunismo, sino el ser poderosos y ricos gozando de los privilegios de la élite. Solo que unos y otros lo presentan de otra manera. Hacen grandes discursos de sus ideas y creencias, pero el conocimiento científico nos enseña que les mueve el deseo de comer bien, gozar buenas mozas y el mandar y ser temidos y respetados.
Lo mismo ocurre en todos y cada uno de los partidos políticos actuales, solo que no queremos verlo y medirlo así. Pero si seguimos el razonamiento comprobaremos que lo entendemos todo a la perfección. Es como una espiral que se va agrandando a cada nuevo círculo, se comienza por querer defender las ideas y al partido, se lucha por el mejor puesto, se va buscando los mejores salarios y privilegios, se intenta colocar a la familia y amigos, se van escalando puestos… Se sigue hablando de ideas y propuestas, pero se busca única y exclusivamente… Ganar las próximas elecciones. Porque solo de esa manera seguiré creciendo y alcanzando mis objetivos estrictamente individuales.
Cuando aplicamos esta plantilla parece que la luz acude a nuestros ojos y ya todo lo entendemos con claridad. ¿Es malo todo esto anterior? En absoluto, es lo que es. Es la Verdad objetiva. Solo que nosotros queremos auto-engañarnos. Porque en el fondo nosotros sentimos lo mismo, pero lo disfrazamos de idealismo y “Grandes Valores”.
No es malo ni bueno, es imprescindible, porque la energía que nos mueve a todos es nuestro deseo de avanzar, satisfacer nuestros sueños, deseos. Ilusiones y esperanzas. Siempre las nuestras. Porque incluso cuando decimos que renunciamos a lo nuestro para servir a otro, o al grupo o al conjunto general, estamos siguiendo nuestro único y exclusivo sueño: El de conseguir alcanzar la plasmación de nuestras ideas, creencias, o deseos ideales, o alcanzar y compartir el afecto con los demás. Pero el nuestro.
Es siempre nuestra motivación la que nos empuja, la que nos arrastra y nos lleva a esos mundo, ideales o materiales, que queremos conseguir.
Solo está y estará el “Yo” del individuo, muerto este, el mundo se acaba… Para él.