De mares y mareos

Duns Escoto fue el creador del escotismo, la corriente filosófica que, frente al tomismo, subraya la primacía de la voluntad sobre el entendimiento. O sea, todo menos resignarse como aquel hermano de Adán que tiene ojos de infinita tristeza porque está encerrado en una jaula.

Otro Escoto, Juan Escoto Erígena, siglo IX, aseguraba que ni siquiera Dios podía comprender su propia esencia porque “Dios se crea, creando, y si se pensara a sí mismo, se limitaría”; decir “Escoto Erígena” es como decir “el irlandés de Irlanda”, o sea, que si “Escoto” es escocés, “Erígena” es irlandés, en eso, ninguna duda, pero en el Concilio de Sens (1225) el papa Honorio III ordenó que se quemara la obra del irlandés, ¡qué mareo!
Te lo cuento por si te sirve de kleanex, ese pañuelo de papel para liberar tus emociones; usar, tirar y sálvese quien pueda.

Ya en el siglo XX, advertía Chesterton, uno de los más excelsos escritores británicos, el creador del Padre Brown, que las personas sombrías “al hablar del mar solo recuerdan el mareo”. Así España agosto en retirada del año 1212. Ni la Liga más importante del circo mundial del fútbol (“panem et circenses”) nos libra a los españoles de vivir sombríos y como apagados.

Atando cabos, lo que España necesita ahora es regresar al mar y olvidarse del mareo de las palabras. Saber, por ejemplo, que un “Banco Malo” no es el que está carcomido sino una “Sociedad de Gestión de Activos”. Saber, como ejemplo también, que “el mercado secundario” no es un mercado de barrio sino una feria de negociación donde se compran y venden valores que anteriormente ya fueron comprados o vendidos en el mercadillo.
“Esse est percipi”; vulgo, “el ser es lo que se percibe”.