Fin al culebrón del verano y del año en el fútbol mundial. Messi se queda en el Barça. Alivio para los culés, para Bartoméu, para el chiquillo con la camiseta que lloraba desconsolado a las puertas del Camp Nou, para el señor Tebas y sus televisiones, y, sobre todo, para la multitud de tertulianos nocturnos que no han tenido –salvo algunos- la menor piedad con el mejor jugador de la HISTORIA. Lo digo como lo siento. Porque a mi edad ya es imposible sujetarme la pluma; nada me importa. Todo lo que se ha dicho en las radios y las televisiones sobre Lionel puede que alguien lo refleje, a no tardar mucho, en un libro –doy gratis la idea- que bata récords de ventas.
No seré yo, porque seguramente más de uno me mandaría sicarios dispuestos a todo. Pero sus conciencias se lo van a demandar algún día. Le han masacrado, no han respetado un ápice el factor humano, le han vilipendiado y poco más lo lapidan públicamente. Cuando era tan sencillo respetar una decisión personal tan costosa para él, le han echado a los leones sin rubor alguno y sin espada para defenderse. Una pena que lamento en cualificados profesionales –o por eso al menos se tienen- que deberían haber esperado a la resolución de un conflicto en el que, estoy seguro, jugador y club tenían sus razones para obrar así. Lionel ya ha hablado exponiendo sus motivos –respetuosas todas aún con el sentimiento del dolor familiar- y ahora, de nuevo, estoy convencido, vendrán los mismos a seguir poniéndole a caer de un burro. Ni se lo merece ni está justificado, so pena que con ello se pretenda seguir engordando la audiencia. Pues con su pan se lo coman, señores… que con el mío NO.