¿No estamos pasando por demasiado dolor como para entrar ahora en una espiral de división y separación?
Parece que no hemos aprendido nada de esta trágica experiencia del Coronavirus y desde luego que no recordamos en absoluto lo más mínimo de nuestra negra historia como sociedad.
Cuando deberíamos estar planteándonos de qué manera vamos a salir de ésta, más unidos, más fuertes, apoyándonos los unos en los otros, cuidando a los demás como nos han cuidado nuestros héroes, de repente, da la impresión de que todo eso quedó ya atrás y empezamos un juego absurdo para reemplazar a unos gobernantes a los que la crisis les ha venido grande por otros, unos aspirantes que no han aportado nada desde el principio salvo crispación y semillas de rencor.
Porque, hablemos claro de una vez, aquí nadie ha acertado, nadie. Es más, nadie hubiese acertado tampoco. O,¿acaso nos creemos que si hubieran sido otros los que nos gobernaran las cosas habrían sido distintas?
Seamos sinceros, la respuesta es no. Y el que piense lo contrario también se está engañando.
Da igual PSOE, PP, VOX, Podemos, Ciudadanos, o cualquier combinación extraña que queramos suponer. El resultado no se alejaría demasiado del que tenemos actualmente. Así que no se trata de evaluar en mitad de una crisis, de dimensiones nunca afrontadas, el resultado de unas actuaciones que en ningún caso se podrán considerar de acertadas pero que tampoco se pueden definir como erróneas. Hemos de pensar que se ha hecho, en cada momento, lo que se ha considerado más oportuno y, cuando todo esto pase, porque pasará pero todavía no lo ha hecho, será el espacio para exigir, todos a una, cuantas responsabilidades se deriven de la gestión de la crisis y de las actuaciones lamentables que políticamente hayamos tenido que sufrir.
Y digo que hemos de pensar que se actúa con la mejor de las intenciones porque lo contrario habla bastante mal de nosotros mismos.
¿De verdad creemos que Pedro Sánchez o Pablo Iglesias se levantaron una mañana y dijeron: me apetece matar a 30000 personas?¿Es eso lo que se afirma cuando se les llama “enterradores”, “asesinos”, y demás lindeces que se tienen que leer y escuchar estos días?
Si se piensa eso, de verdad y con convencimiento, hay que hacérselo mirar, no se está bien, lo siento pero es lo que creo. Si la verdadera motivación para criticar a un gobierno es esa, el interés no es el del bien común y no es eso para lo que se hace política en las instituciones y en las calles. Porque se pueden criticar las decisiones, la falta de transparencia, las negociaciones con unos y con otros,etc... lo que sea que se pueda argumentar con mayor o menor acierto, o con una cierta perspectiva ideológica u otra. Pero la crítica visceral, desde dentro, desde las emociones, no ayuda, todo lo contrario, separa, y eso no es lo que necesitamos ahora.
Hay que reconocer que la rabia producida por el escenario horrible que estamos viviendo, ese dolor profundo de ver cómo no se ha podido manejar la situación sin tener que perder a tantos seres queridos; ese vaivén en la toma de decisiones, con cambios de criterio y rectificaciones a última hora; esa opacidad, o translucidez en el mejor de los casos, al ofrecer los datos, pues tampoco ayuda mucho, la verdad, y el desahogo, tanto en redes sociales como entre familiares y amigos, no viene mal. Pero otra cosa bien distinta es hacer de ese malestar, de esos momentos vulnerables de las personas, una lanza para polarizar la sociedad, para separar en dos al pueblo.
Porque eso es lo que se lleva pretendiendo hacer desde hace mucho tiempo en este país. Separarnos, dividirnos, desunir lo que tanto tiempo cuesta volver a juntar. No es sólo de ahora con esta pandemia, esto ya viene de muy atrás.
Y no podemos desfallecer. Tenemos ante nuestras manos una oportunidad histórica para demostrar que somos mejores que nuestros gobernantes, que no vamos a seguirles el juego de enfrentarnos nunca más. Vamos a continuar siendo más responsables que ellos; vamos a reconocer quiénes han sido y siguen siendo los que cuidan de nosotros a pesar de la falta de medios; vamos a respetar a los que piensan diferente porque no sabemos por lo que pueden estar pasando; vamos a dejar de entrar en discusiones estériles en redes sociales que solamente consiguen enfadarnos más; y, lo más importante, vamos a recordar.
A recordar qué se ha hecho, o dejado de hacer, para no permitir que se vuelvan a repetir errores y exigir responsabilidades reales a quienes corresponda. Y sobre todo, vamos a recordar que el poder de la mayoría está en nosotros, en los que más estamos sufriendo y vamos a sufrir este crisis, porque ellos lo saben y lo temen, y por eso juegan con nosotros a separarnos.
Encontremos nuestro camino para andarlo juntos, no dejemos que otros nos hagan andar el suyo.