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TALAVERA | 'Solo los ojos', el relato de Esther de Hortega sobre los trabajadores de Urgencias del Hospital

TALAVERA | 'Solo los ojos', el relato de Esther de Hortega sobre los trabajadores de Urgencias del Hospital
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(Foto: Foto: La Red)
jueves 02 de abril de 2020, 11:45h

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"Tuve poca carga asistencial (lo psíquico vendrá después) y esto me permitió mirar y ver a mis compañeros, el equipo sanitario que recibe a “ cuerpo descubierto”: urgencias. Recalco el verbo mirar porque cubiertos todos con mascarillas, los ojos expresaban lo inefable. En esas miradas todo era verdad"

La pandemia del coronavirus Covid-19 está poniendo a prueba la resistencia física y mental de los profesionales, sanitarios y no sanitarios. Su esfuerzo diario se ve recompensado con el aplauso diario de los españoles desde los balcones.

Esther de Hortega, psiquiatra psicoterapeuta en el Hospital General ‘Nuestra Señora del Prado’ de Talavera de la Reina ha narrado en su cuenta de Facebook cómo es vivir en primera persona el “esfuerzo, sacrificio y trabajo” de los profesionales sanitarios, concretamente durante el turno de noche, “de los turnos que están entre dos días”, donde, cubiertos por trajes EPIS y mascarillas, “solo los ojos” están al descubierto.

A continuación puedes leer el texto íntegro:

SOLO LOS OJOS

No sé cómo escribir esto sin que suene pusilánime. Sin nombres, ellos lo saben y yo también. Hablo del lunes al martes de los turnos que están entre dos días. Es un ejemplo, y hoy y mañana también ocurrirá y está ocurriendo ahora mismo , pero la experiencia del lunes al martes es la mía. Por la coyuntura trabajé pero fundamentalmente observé. Tuve poca carga asistencial (lo psíquico vendrá después) y esto me permitió mirar y ver a mis compañeros, el equipo sanitario que recibe a “ cuerpo descubierto”: urgencias. Recalco el verbo mirar porque cubiertos todos con mascarillas, los ojos expresaban lo inefable. En esas miradas todo era verdad. Es paradójico, te tapas la cara y por la mirada sale el alma. Había ansiedad, pupilas dilatadas, mesura y candor, frustración y tensión. La valentía arrancando al miedo y humildad de verdad, la de los hechos. Las palabras sucumbían a las miradas. Hablar es fácil, mirar de verdad no, y ese día y esa noche los ojos eran luceros. Pude ver almas metidas en cuerpos.

Llega una sospecha y os entregan un paquete, el traje EPI. Observo e imagino que en ese momento hay un torrente endocrino, un fuerte latido y un cerebro primero confuso y enseguida agudo y preciso. Enfundados y encorsetados , sin poder salir durante horas de unos cuantos metros cuadrados. Agotados, sin quejas, las palabras no valen, sudando y respirando, modulando, el traje agota al que está ya agotado. Y mientras creo que arrebatados por ráfagas de pensamientos retóricos , que surgen en ese silencio en el que nadie entra: “ ¿Qué está pasando?. Parece una película. ¿Y los míos? ¿Estarán ya dormidos?, ¿Qué habrán cenado?... ¡Que no les pase nada!, ¿Y si me contagio y se lo pego? Otra persona, fin del silencio, sigo.

La competencia, conocimientos, protocolos, pericia, buen hacer, organización , medicamentos, se dan por hecho y se hace a diario sin mascarillas. Pero en ese turno entre dos días con solo los ojos al descubierto, la medicina fue cuidarnos en compañía, funcionar como un solo cuerpo en sincronía y crear algo más grande que la suma de sus partes, respetando pero sin marcar jerarquías.

Por la mañana, a cara descubierta, las palabras, las anécdotas y las sonrisas brotaban, pero seguí viendo la misma luz en las miradas.

¡Cuánto aprendí!

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