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INMOLACIÓN

domingo 26 de enero de 2020, 10:44h

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Típica tarde de domingo aderezada con un poco de resaca aún, comprobación de que cada vez más, la edad y el Johnnie Walker eran una mezcla poco recomendable. Cosas de la vida. El televisor encendido mostrando uno de esos documentales de "La 2" tan afamados cómo método infalible para conciliar en sueño. Fuera la lluvia golpeando melódicamente los muebles del jardín al caer lenta pero insistentemente. Una mantita de viaje arropando mi cuerpo y el periódico al que ya le había dado cuatro vueltas desechado a mi lado. Momento máximo de abulia dominical. Transcurriendo arrastrándose las horas, entre la abulia y la somnolencia.
Pero entonces, en ese instante en el que por fin el sesteante sopor iba a adueñarse completamente de mi ser, apareció ella llenando toda la pantalla. El color intenso atacó mi retina y quedé embobado ante sus gráciles movimientos, carismáticos y hermosos, elegantes y sutiles. Aquella escena, llena de belleza y exotismo, acaparó por completo mi atención.
Durante unos minutos la cámara se recreó en la perfección de su anatomía, singular y llamativa, pero al poco apareció acercándose a ella lentamente pero con constancia y decisión un macho, un macho que ya había caído bajo los influjos del repertorio de gestos seductores de nuestra protagonista. Aquello prometía. Macho y hembra cada vez más cerca y todo indicando que con el común propósito de alcanzar una una intima unión, de fusionarse el uno con el otro.
El macho se encontraba ya sobre la hembra que parece no moverse. El emparejamiento se vuelve un ritual silencioso y, hasta pacífico. Pero la verdad es otra bien distinta. Cada paso que transcurre es mortal y arriesgado para el macho, absorto en la cópula, ignorante de su destino. El peligro se visibiliza cuando la hembra se da la vuelta y lo agarra firmemente. Un breve forcejeo se da entre los dos amantes hasta que la cabeza del macho es cercenada y degustada por su pareja, quien no tarda en devorarlo.
Pero el propósito de copular no termina ahí. La decapitación de la pareja no es un obstáculo, tiene aún espasmos musculares al arrancarle la parte superior del cuerpo. Esto significa que la hembra prosigue su copulación de manera exitosa con quién efímeramente fue su pareja, excepto que éste ya no tiene cabeza y está muerto.
El fin para el macho puede parecer siniestro. Asociar el acto sexual con la muerte podría parecer algo imposible, e inclusive paradójico. Sin embargo, frente a estas circunstancias, no nos queda mas que reflexionar sobre su comportamiento, incluso sobre el nuestro. Tal vez, hasta podríamos obtener una cómica enseñanza: más vale mirar el acto de copular como mero placer y supervivencia de la especie, y mantenernos con los ojos abiertos. De lo contrario, el romanticismo podría dejarnos sin cabeza.
Realmente las mantis religiosas son insectos curiosos. Animales únicos sobre el planeta tierra....¿o tal vez no?
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