El documental Un señor de La Casa es la causa por la que José Ángel de la Casa vuelve a exponerse al público. Él desmiente que haya ocultado su enfermedad. “Primero, porque no se puede; segundo, porque no me parece adecuado”. Y justifica su participación en la cinta —y el ajetreo consiguiente de promoción— con sencillez: “Lo hago porque me lo ha pedido Ander Duque”.
En la película, que se presentó ayer 5 de abril en Madrid y cuenta con el aval de la Federación Española de Párkinson y la colaboración de Abbvie, repasa su vida, tanto la profesional como la privada.
En los últimos años, esta se reparte entre la finca del pueblo y Sevilla, donde trabaja la también periodista Inmaculada Ruiz, su mujer. “La enfermedad todavía no me ha causado una discapacidad. En el pueblo tengo mis amigos, mi partida de mus y cuido mis almendros. Hago las labores propias de un pueblo. Y en Sevilla también tengo una vida muy organizada”, explica. “La ciudad me gusta mucho, es muy especial”.
El párkinson no le pilló de nuevas. “Mi padre lo tuvo 25 años, yo sigo su misma trayectoria y llevo 14”, afirma. Este conocimiento ha hecho que él y su entorno —“mi familia, mis hermanos”— lo viva “directamente” con él. "Lo de los limones es un cuento chino"
José Ángel de la Casa ha vuelto a ponerse bajo los focos por dos motivos: el documental Un señor de La Casa y los 35 años del partido que la selección española ganó 12-1 a Malta y que él narró. “Era un equipo de aficionados que prácticamente no entrenaba y habían jugado tres días antes un partido muy duro. Se desinflaron en el segundo tiempo”, dice.
Sobre los supuestos limones que alguien repartió a los jugadores de Malta, es tajante: “Es un cuento chino. Cualquiera que haya estado en el vestuario de un equipo profesional sabe que ahí no entra cualquiera. Ha sido el partido más investigado y nadie ha encontrado nada”.
De la Casa no se siente el abanderado de nada, pero la federación de afectados cree que es un activo, un ejemplo de normalización y visibilidad en una enfermedad, como son las mentales, muy estigmatizada. “Yo no le doy consejos a nadie. Lo que sí hago es ser muy disciplinado con la medicación, que es clave, y me mantengo muy activo física y mentalmente”, expone como única recomendación. “Juego al golf en el pueblo, y he dado clases de piano, que es algo que me gustaba pero que nunca había hecho por falta de tiempo, para las manos. También he dado lecciones de canto para mantener la voz”, afirma. Y escribe lo que espera que se convierta en un libro.
Aunque en el documental tiene momentos más reflexivos —“Si estás en paz, nada tiembla, la serenidad es el aliado”, dice en un momento, por poner un ejemplo—, en la entrevista le puede la timidez de quien se ha pasado décadas detrás de un micrófono y delante de una cámara.
Ante el futuro, De la Casa tiene un reto. “Todo dependerá de si me decido a operarme, de cómo avance la investigación”. Cuando el párkinson avanza y los temblores no se pueden controlar con pastillas, hay cirugías que ayudan.
Solo al final se le nota algo de cansancio. Se despide profesional, como lo que es: un señor como una casa. Así, al menos, lo refleja Emilio de Benito en El País.