miércoles 13 de enero de 2016, 11:37h
La atmósfera de creciente complejidad política, las fuerzas del cambio, las alianzas de gobierno y los brotes soberanistas que amenazan la cohesión territorial y la unidad del país se perpetúan en las decimosegundas elecciones de la historia democrática de nuestro país.
Ese es el panorama con el que España arranca una nueva legislatura después del histórico 20 de Diciembre. Un amplio abanico de escala inimaginable aún después de las históricas elecciones europeas del pasado año y las autonómicas del presente. Y donde, incluso después de estos diferentes resultados, más que nunca se cuestionará un sistema electoral considerado obsoleto por muchos ciudadanos y expertos en la materia. Y es que en esta transición hacia un nuevo ciclo político donde ganar unas elecciones no significa ya necesariamente ser la fuerza política más votada y donde las preferencias electorales han dado un vuelco al bipartidismo con sus peores resultados de la historia, la estabilidad política –a menudo entendida por mayoría absoluta ya obsoleta– por la que aboga el actual sistema electoral es entendida por muchos como un obstáculo a la pluralidad, a la equidad de los votos y a la voluntad del pueblo en tiempos de cambio.
Sin lugar a dudas, la presente y confirmada segregación del mapa político y la diversidad demandada en nuestras instituciones y su gestión, demuestran una vez más que las estimaciones de voto en nuestro país suelen quedar lejos de la realidad, así como confirman el denominado “lío” ejecutivo por Mariano Rajoy, si tomamos en cuenta la tradicional tendencia democrática española de imposición en décadas desde la transición. Especialmente si a la ecuación le añadimos los históricos resultados de fuerzas soberanistas como Esquerra Republicana y el apoyo a la reestructuración constitucional de fuerzas progresistas de cambio. Independentistas y autodeterministas frente a unionistas: otro de los grandes debates en este inicio de investidura.
Por tanto, de estos resultados y la disconformidad de los votantes por el cambio, y bajo los grandes primeros retos mencionados –alianzas democráticas, sistema electoral y secesionismo catalán–, da comienzo una nueva etapa política para nuestro país que, sin dejar de atravesar una transición hacia algún punto todavía desconocido, se perfila como la primera oportunidad para hacer representativa una democracia que hoy vive momentos de renovación.