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Ni votos ni escaños

Por Raúl Mayoral

martes 29 de septiembre de 2015, 11:06h

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Muy ilustrativo para el asunto que centrará la atención durante las próximas semanas resulta el conocido chiste que narra el paseo por el bosque de dos vascos en busca de setas. De pronto, uno de ellos, paralizado por su hallazgo, exclama: ¡Mira Pachi, un rolex! Sin inmutarse y continuando la búsqueda del preciado vegetal, Pachi responde: A ver Joseba, ¿a qué hemos venido: A por rolex o a por setas? Con los resultados obtenidos en las elecciones catalanas, Oriol y Artur no cesan de preguntarse mutuamente ¿a qué hemos venido: a por votos o a por escaños? Ni votos ni escaños. El escrutinio electoral en Cataluña ha arrojado una victoria pírrica de los separatistas, dejando claro que el independentismo ha tocado techo. No sólo no avanza, sino que retrocede en sufragios y en asientos en el Parlament. Con mayor participación que en anteriores comicios tan solo 3 de cada 10 catalanes quieren la independencia.

Otras claridades que ha deparado la consulta catalana es que a Artur Mas le va a resultar muy difícil volver a ser President. Quienes únicamente podrían sintonizar con la coalición Juntos por el Sí para formar gobierno, los antisistemas de CUP, ya han manifestado que no apoyarán a un burgués y capitalista al frente de la Generalitat. Pero también los miembros de Convergencia que integran la lista de la coalición independentista podrían negarse a votar la investidura de cualquier otro candidato que no sea Mas, provocando una guerra de guerrillas dentro de dicha alianza. Se vislumbra, pues, un escenario de turbulencias para impulsar la “desconexión”.

Enfrente hay también un revoltijo de programas y visiones que hacen muy difíciles las soluciones de tipo nacional. Socialistas y comunistas, que sufren en sus aspiraciones un retroceso y un freno, respectivamente, pierden, unos, y no logran, otros, una posición de referencia. Ciudadanos, el verdadero triunfador de estas votaciones autonómicas, asciende con brío y paso firme hacia la relevancia política no solo regional, sino también, nacional. Y el Partido Popular, que acarrea su tercera derrota electoral en seis meses, queda malherido y precisa, por el bien de España, de una recomposición de su estrategia y de su mensaje. Cierto es que Albiol saltó al terreno de juego a falta de un cuarto de hora y cuando su equipo perdía ya por goleada. Su campaña digna y decorosa no oculta la letal falta de previsión, terrible pecado en política.

Quienes bordeando la legalidad han pretendido convertir en plebiscito unas simples elecciones autonómicas deben aceptar que el separatismo ha sido derrotado democráticamente. No es admisible ganar en la calle lo que se ha perdido en las urnas. Tampoco es legítimo utilizar a conveniencia las instituciones ni las formas democráticas y exponerlas a toda suerte de fraudes. La democracia no puede ser vulnerable. Todos sus procedimientos están hechos para la cordura. Ahora que esto no ha terminado. Continua. La gran tarea de la Transición de 1978 se basó en dos acuerdos básicos y decisivos: lealtad a la Constitución de los partidos regionalistas y unidad de los partidos nacionales en caso de deslealtad de los anteriores. Hace tiempo que las costuras de ambos acuerdos estallaron. Se hace preciso volver a coser, y no cortar, por la línea de puntos los pactos de entonces. Todo lo demás será podar el árbol de la subversión pero sin tocar sus raíces. Algunos seguirán moviendo el árbol y otros recogerán las nueces… o las setas.



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