Perdonar, para poder avanzar.
“Deja aparcado aquello que no te deja avanzar, aprende a crecer”.
miércoles 21 de mayo de 2014, 20:29h
Cuando trabajo en el gabinete con los clientes que vienen a las entrevistas, veo que les gustarían avanzar, trabajar para cambiar, y salir de si situación conflictiva o de conflicto, pero siempre veo en ellos una resistencia a cambiar, resistencia que se queda reflejada en su dificultad por perdonar, y poder empezar desde cero.
Uno de los grandes legados de Nelson Mandela fue lo que se llego a denominar como la Africanización, proceso por el cual un país entero, y un leader concreto, debió de perdonar para empezar a crear. Partir desde una posición de concordia y no de cuentas pendientes, perdonar es aceptar lo que se ha realizado mal, perdonar es aprender a trabajar desde una visión diferente de los problemas, y perdonar es entender que una persona puede tener fallos.
Si aplicamos todos eso a casos concretos donde tenemos problemas de pareja, problemas con nuestros hijos/as, problemas con padres, madres y hermanos, así como compañeros de trabajo o compañeros de otras actividades, centramos el hecho en el error, y no centramos en la intención, o quizás en el poder errar, dejamos de lado desde el primer momento el perdón.
No pretendo justificar el errar, pues creo que justificar es saber que se hizo mal, y buscar una salida de la situación buscando un porqué, y en cambio busco saber que la gente se equivoca, y que puede que no busque lo mismo que yo, y que solo puedo en ese momento, aceptarlo, saber que debo aceptar su situación y su decisión.
Se trata de crecer como persona, crecer en autoestima, saber donde están nuestros apoyos emocionales de la vida, y poder trabajar sobre ellos, y no dejar esa estabilidad emocional, a aquellas situaciones o personas que pasan por nuestra vida, y no siempre quieren quedarse en ella, sino aprovecharse de ella.
Para ello siempre me gusta ver a los pequeños y pequeñas, que discuten por un juguete, y acto seguido son los mejores amigos, ya que no basan su felicidad en lo que tienen, sino en el momento como lo tienen. Simplemente se preocupan de que ahora estamos jugando juntos, y no de que ayer me quitó o no me dejo un juguete.
La facilidad de perdón o de no guardar rencor de los pequeños y jóvenes, es uno de los aprendizajes que debemos de llevarnos los mayores. Y no es tan difícil como pensamos, pues muchas veces cuando hablo con los clientes en el gabinete, centramos en quien debe pedir perdón o quién tiene razón, sobre una cuestión efímera, una cuestión que ya no podrá solucionarse y que responde a nuestro orgullo y nuestro ego. Y ahí siempre les brindo una frase que me encanta, y en la pared del despacho esta, y es “la vergüenza y el orgullo son verdes, los míos se los comió un caracol”.
En muchas ocasiones nos avergüenza pedir perdón, nos avergüenza reconocer que nos hemos equivocados, sentimos una presión especial, ya que tenemos que reconocer ante otra persona, con la que he estado discutido, que ella tiene razón en la discusión, y en esas ocasiones necesitamos que puedan facilitarnos el poder pedir ese perdón. En otras ocasiones, nos encontramos que por orgullo, no pedimos ese perdón, no porque no reconozcamos que nos hemos equivocado, sino porque nos encontramos con una sensación de reproche hacia nosotros, que no queremos dar ese gusto o disfrute al otro. A lo mucho pedirá perdón atacando.
Pero ante este asunto, también nos posicionamos con el ofendido, y vemos como la persona que tiene razón en ese momento, también reacciona de la misma forma, quiere que le pidan perdón, y por eso no quiere bajarse del pedestal en el que se subió, y en ese tener razón, pensamos y reaccionamos con orgullo de no dar nuestro brazo a torcer, y ese orgullo nos coloca en una posición muy difícil para el perdón. Y nos encontramos que nos gustaría perdonar, pero pensamos que, como se sentirá la otra persona, y por vergüenza a facilitar el perdón, nos quedamos sin hacer nada.
Y como situación de lo más kafkiana imaginable, nos encontramos que gracias al orgullo y la vergüenza, el primer paso para el perdón, no se da de forma positiva, y nos encontramos en un bucle de reproches, buscando justificaciones a tener razón, y no a resolver el conflicto.
Ante una situación de conflicto, lo primero aclarar el mismo, segundo aceptar nuestra responsabilidad en el mismo, y tercero empezar a perdonar. Y como en otra frase que reza en la pared, “Deja aparcado aquello que no te deja avanzar, aprende a crecer”.
Perdonar y ser perdonados nos libera, nos hace más libres, y nos ayuda a crecer. Cualquier conflicto que no está bien afrontado, nos queda para siempre, como una carga, como un lastre emocional, y tarde o temprano, nos pasa factura.