La Sexta estrenó este jueves, a las 22.40 horas, una de sus grandes apuestas para esta temporada. Se trata de Encarcelados, una serie de reportajes grabados en cárceles de Bolivia, Perú, Colombia, República Dominicana, Brasil, Costa Rica y El Salvador en las que cumplen condena presos españoles. Los periodistas Jalis de la Serna y Alejandra Andrade, ambos conocidos por su labor en programas como Callejeros, se adentran en treinta de las cárceles más conflictivas y peligrosas del mundo, en las que cumplen condena la mayoría de los 2.500 españoles que actualmente están presos en el extranjero. Reclusos hambrientos La serie consta de diez documentales de 70 minutos cada uno que denuncian situaciones como el hacinamiento en prisiones donde no hay comida para todos o en las que los presos deben alquilar o comprar una celda, e incluso pagar por dormir en el suelo. Los derechos fundamentales son sistemáticamente vulnerados y además centenares de menores, hijos de reclusos, viven en esas mismas condiciones. La mayoría de los reclusos protagonistas de Encarcelados son gente de todos los estratos sociales (desde ingenieros hasta albañiles, pasando por amas de casa y jubilados) que, acuciados por los problemas económicos, acaban siendo captados por las mafias del narcotráfico y se prestan a hacer de correos de la droga. Y este es el caso de Ricardo, un talaverano que en el vídeo dice ser de Alicante, pero la realidad es que es de Talavera de la Reina donde residen sus padres y hermanos. Uno de ellos, Pedro Miguel, Peri en su circulo familiar y de amistades, intervenía el pasado viernes en un programa en directo y expresaba su sorpresa porque desconocían estas circunstancias.
Ente lágrimas de emoción comentaba a la periodista de La Sexta que cuando se ha enteró de la noticia lo primero que hizo fue decírselo a su madre y ver el programa por internet. “No sabía que estaba en la cárcel, teníamos alguna referencia de dónde estaba trabajando y de un apartamento, sólo eso”, afirma. Reconoce que “no sabía que estaba en la cárcel” y que le había intentado buscar en varias ocasiones, la última en 2011, pero no le encontró. Tenía alguna referencia de dónde estaba trabajando, pero cuando “intentamos llegar no le localizamos”. Explica que “no le dimos por muerto”, porque intuyeron que, en ese caso, “nos enteraríamos”.
“Nunca nadie se ha puesto en contacto con nosotros para darnos razón de su paradero”, lamenta Pedro Miguel. Aunque él y su madre todavía están en estado de shock, quieren pedir “toda la ayuda posible para traerlo a España”.